viernes, 16 de septiembre de 2016

Porciones del mundo

Cuando los estímulos externos desaparecen, nos necesitamos. Será entonces que ha de haber una porción de mundo que agoniza cada noche, en el preciso momento en el que abrasa la hora de dormir.
Y nos despertamos juntos. Mágica y certeramente juntos, hasta subsumirnos nuevamente en la vorágine del día; para reencontramos por las noches, cuando el mundo se da el lujo de morir para nosotros. Y así nacemos cuando él muere, y morimos un poco al separarnos cada vez. Si tan sólo pudiera -por un instante- sé que retardaría al sol y habitaría en tus brazos profanando al destino.
Y acuñaría en mi alma aquellos escasos e infinitos instantes de gloria: nuestro más preciado tesoro, el que renueva nuestros dones. Dulces oasis de felicidad, efímera e inmarcesible.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Deshojando palabras

Pasa el tiempo y voy quedándome solo; pero no solo con respecto a lo que me rodea, sino solo de mí mismo. Solo de cuanto alguna vez tuve de joven, de alegre, de futuro (me queda cada vez menos), del canto de los pájaros, de aquella infancia propia y ajena.
Soy adulto. Eché raíces, coseché mis frutos; hasta podría decir que no desperdicié ni un segundo. Sorbí toda el agua que creí. Resistí tempestades de forma tal que tantos otros no han podido soportarlo.
No he dado semilla. No hay otro como yo… quién sabe por qué.
Todos dicen que soy fuerte, porque pude resistir la embestida de los vientos.
Ha de llegar la primavera y mis nuevos brotes se resisten a crecer. Mi savia se ha vuelto lágrima y me deshojo de a poco.
Mi tronco aún está verde, pero siento resentirse mis raíces, resquebrajarse mis ramas, desvanecerse mis incipientes brotes. Siento que se reseca mi cuerpo y mi savia, - ya lo he dicho- llora.
Ya no soporto el peso y dejo caer mis rama y espero un viento redentor que al fin me doblegue. No quisiera que otros árboles lo supieran. Es mi mayor y más preciado secreto. Y me deshojo en palabras, y en cada sílaba muero cada vez, en que me alejo de mí.