domingo, 16 de noviembre de 2008

EL VIAJE


Le dije que tuviera cuidado. Todos estábamos atentos a su comportamiento últimamente. Cada cosa que hacía era sinceramente inusual.
Su permanente mal humor, su encierro, su descuido en la vestimenta. Sus sueños… cada vez que nos contaba alguno sentíamos un escalofrío ineludible.
Ella también se sentía aterrada, es cierto, seguramente tomar conciencia de esos cambios la inestabilizarían (Si es que era consciente de ello)
. Ya no dormía, no comía, le costaba mucho trabajar y hasta incluso le molestaba tratar con la gente.
Se recluyó hasta el hartazgo y no podíamos creerlo.
Quienes la conocíamos de cerca sabíamos de la felicidad que le brindaba estar rodeada de amigos y de sus seres queridos. Sabíamos cuán dichosa le hacía su profesión.
Tiempo más tarde abandonó todo. Renunció a su pareja, su departamento, comenzó a perder la lucidez y la coherencia y desandó todo aquello que tanto tiempo y cariño le había costado conseguir.
Nunca comprendimos muy bien el porqué de su accionar.
Nos contaba una y otra vez las mismas cosas. Un médico psiquiatra le habría recetado ciertas pastillas,hasta que llegó a replegarse cada vez mas en sus pensamientos.
Horas callada, aislada, escuchando música en su mp3, encerrada en su cuarto. En poco tiempo comenzó una vida nueva, completamente diferente, como si quisiera deshacerse definitivamente de algo que le perturbara.
Él nos advirtió que no estaba sana mentalmente. Algunos la protegieron, otros directamente optamos por hacernos a un lado sin darle explicaciones y adviertiéndole al entorno que tuviera cuidado. Yo se lo dije principalmente a Cocó, porque veía que su relación era cada vez más estrecha, que se estaban uniendo cada vez mas en una mutua necesidad de dejar de lado todo aquello y a todo aquel que evidenciara su “anormalidad”.
Es cierto, dicho de tal modo, sonaba más como un comentario despectivo y discriminatorio sobre una persona que estaba atravesando por un momento difícil, que como una realidad.
Es que ¡esas pesadillas con gente descuartizada y niños inmolados!. Ni siquiera podía recordar lo que había pasado unos días antes o los rostros de quienes habitualmente estábamos a su lado.
Le advertí que era peligrosa… solo alcanzó a tomar conciencia del alcance de mi consejo el día en el que en vez del material didáctico de la clase, la profesora le grabó un cd con su confesión…
En ella revelaba, en voz muy baja, como si tuviera miedo de ser escuchada por alguien: Veo gente muerta.
Cuando Cocó le comentó lo sucedido solo dijo que seguramente era una broma de mal gusto de algún vendedor del local de cds vírgenes.
Cocó se sintió conforme con la argumentación y volvió a su casa.
Dos días después la policía la halló el cuerpo sin vida de Cocó en las inmediaciones de la ciudad.
Luego de que la madre presentara el cd como prueba en su contra la profe de canto fue citada a testimoniar.
En su declaración alegó que todos los días desde hacía tres años, catorce adolescentes sin vida frecuentaban su casa para tomar clases de canto, y ya harta de sus vocecillas evanescentes decidió ponerle fin a sus frustrante profesión de hacer feliz a quienes ya no forma parte de este mundo, y comenzar el camino de su propia felicidad.
No profesó culpabilidad y las pruebas fueron insuficientes. Ningún alumno se presentó a declarar y no hubo testigos. La policía no pudo inculparla, su documentación era falsa, nunca se supo su verdadero nombre y apellido y tres días después se quitó la vida con una nota en sus manos que decía:
Lo que mas amo en este mundo es mi profesión, solo decidí hacer este viaje para poder ejercerla en tiempo y lugar adecuados.

19 de Septiembre


Ya transité tres veces este sendero, y aun así me resulta incierto el rumbo. Cuantas más veces lo recorro, más me pierdo y alejo del centro. Como si no fuera yo quien fijara la meta, como si el otro estuviera nuevamente obrando por mí.
Una y otra vez me dejo gobernar.Su astucia me doblega y quebranta mis deseos. Parece que conoce mis fortalezas y debilidades, y arremete hasta alcanzar su cometido. Y sigue asediándome, mientras se abalanza sobre mí y desintegra mi pudor.
Me ahogo en el grito que no escapa, en el aire que no alcanza, el baldío de mis temores. Y todo es como en un sueño. Como en más de un sueño, más de tres veces el sueño. Todo se vuelve pesadilla nuevamente, y el hombre que no muestra su rostro hierve un útero y prepara la cena con restos humanos, y los niños son inmolados por sus padres en las puertas de sus hogares (ante no se qué dios con minúscula delante), y los colectivos y los autos me llevan a conclusiones añejas y lugares impensados.
Y así el sueño me atormenta, y el aire de nuevo no alcanza, y la razón no basta y la ambulancia y la memoria…
La memoria, que olvida hasta lo que es bello, porque lo bello también es otra forma de incertidumbre. Y esa otra forma de la memoria, la que recuerda el espanto que trajo mayores certezas. Y la segunda ambulancia, y Braulio con el agua digna, y la sonda pasando por mi nariz que no me deja tragar, y la señora en la cama de al lado que no quería morir, y el escenario que siempre soñé, que no es mas que el mismo que mi mente olvida (como si nunca lo hubiera pisado) dejándome de ese modo, en el mismo lugar. Las risas burlonas con mi somnolencia y mi silencio, mi sonrisa dibujada para centenares de personas que miraban otra figura (que no era la mía) mientras las exigencias y las presiones parecían hacer mella en mi integridad profesional.
Las calles sintiendo que su mirada me persigue, el encierro, el horror y la sensación de que él todo lo observa, de que conoce mi rostro y mis más recónditos temores. Y la justicia que no alcanza, y el pasado que no ayuda y la poca gente que devolvió la caricia y mi otra mejilla puesta para algunos…
No basta sentir en la noche una y mil veces esta sensación. No basta saber que el mundo es tan inmarcesible como la mente. No alcanza saberse pequeño y frágil. Se pierde la noción del tiempo y lo que duró una hora puede extenderse toda la vida. Nunca se alcanza a comprender si se fue demasiado cobarde o lo suficientemente valiente. La parálisis en la que nos sumerge el miedo. El mismo miedo que a él lo excita y a nosotras nos paraliza. En la realidad, en el recuerdo, en el olvido, en la memoria, los sueños o en donde sea nunca se esta a salvo de él. Siento que nació en mí hace dos años y nunca más podré desalojarlo. Y nunca dejará de gobernar mis temores…