
Le dije que tuviera cuidado. Todos estábamos atentos a su comportamiento últimamente. Cada cosa que hacía era sinceramente inusual.
Su permanente mal humor, su encierro, su descuido en la vestimenta. Sus sueños… cada vez que nos contaba alguno sentíamos un escalofrío ineludible.
Ella también se sentía aterrada, es cierto, seguramente tomar conciencia de esos cambios la inestabilizarían (Si es que era consciente de ello)
. Ya no dormía, no comía, le costaba mucho trabajar y hasta incluso le molestaba tratar con la gente.
Se recluyó hasta el hartazgo y no podíamos creerlo.
Quienes la conocíamos de cerca sabíamos de la felicidad que le brindaba estar rodeada de amigos y de sus seres queridos. Sabíamos cuán dichosa le hacía su profesión.
Tiempo más tarde abandonó todo. Renunció a su pareja, su departamento, comenzó a perder la lucidez y la coherencia y desandó todo aquello que tanto tiempo y cariño le había costado conseguir.
Nunca comprendimos muy bien el porqué de su accionar.
Nos contaba una y otra vez las mismas cosas. Un médico psiquiatra le habría recetado ciertas pastillas,hasta que llegó a replegarse cada vez mas en sus pensamientos.
Horas callada, aislada, escuchando música en su mp3, encerrada en su cuarto. En poco tiempo comenzó una vida nueva, completamente diferente, como si quisiera deshacerse definitivamente de algo que le perturbara.
Él nos advirtió que no estaba sana mentalmente. Algunos la protegieron, otros directamente optamos por hacernos a un lado sin darle explicaciones y adviertiéndole al entorno que tuviera cuidado. Yo se lo dije principalmente a Cocó, porque veía que su relación era cada vez más estrecha, que se estaban uniendo cada vez mas en una mutua necesidad de dejar de lado todo aquello y a todo aquel que evidenciara su “anormalidad”.
Es cierto, dicho de tal modo, sonaba más como un comentario despectivo y discriminatorio sobre una persona que estaba atravesando por un momento difícil, que como una realidad.
Es que ¡esas pesadillas con gente descuartizada y niños inmolados!. Ni siquiera podía recordar lo que había pasado unos días antes o los rostros de quienes habitualmente estábamos a su lado.
Le advertí que era peligrosa… solo alcanzó a tomar conciencia del alcance de mi consejo el día en el que en vez del material didáctico de la clase, la profesora le grabó un cd con su confesión…
En ella revelaba, en voz muy baja, como si tuviera miedo de ser escuchada por alguien: Veo gente muerta.
Cuando Cocó le comentó lo sucedido solo dijo que seguramente era una broma de mal gusto de algún vendedor del local de cds vírgenes.
Cocó se sintió conforme con la argumentación y volvió a su casa.
Dos días después la policía la halló el cuerpo sin vida de Cocó en las inmediaciones de la ciudad.
Luego de que la madre presentara el cd como prueba en su contra la profe de canto fue citada a testimoniar.
En su declaración alegó que todos los días desde hacía tres años, catorce adolescentes sin vida frecuentaban su casa para tomar clases de canto, y ya harta de sus vocecillas evanescentes decidió ponerle fin a sus frustrante profesión de hacer feliz a quienes ya no forma parte de este mundo, y comenzar el camino de su propia felicidad.
No profesó culpabilidad y las pruebas fueron insuficientes. Ningún alumno se presentó a declarar y no hubo testigos. La policía no pudo inculparla, su documentación era falsa, nunca se supo su verdadero nombre y apellido y tres días después se quitó la vida con una nota en sus manos que decía:
Lo que mas amo en este mundo es mi profesión, solo decidí hacer este viaje para poder ejercerla en tiempo y lugar adecuados.
Su permanente mal humor, su encierro, su descuido en la vestimenta. Sus sueños… cada vez que nos contaba alguno sentíamos un escalofrío ineludible.
Ella también se sentía aterrada, es cierto, seguramente tomar conciencia de esos cambios la inestabilizarían (Si es que era consciente de ello)
. Ya no dormía, no comía, le costaba mucho trabajar y hasta incluso le molestaba tratar con la gente.
Se recluyó hasta el hartazgo y no podíamos creerlo.
Quienes la conocíamos de cerca sabíamos de la felicidad que le brindaba estar rodeada de amigos y de sus seres queridos. Sabíamos cuán dichosa le hacía su profesión.
Tiempo más tarde abandonó todo. Renunció a su pareja, su departamento, comenzó a perder la lucidez y la coherencia y desandó todo aquello que tanto tiempo y cariño le había costado conseguir.
Nunca comprendimos muy bien el porqué de su accionar.
Nos contaba una y otra vez las mismas cosas. Un médico psiquiatra le habría recetado ciertas pastillas,hasta que llegó a replegarse cada vez mas en sus pensamientos.
Horas callada, aislada, escuchando música en su mp3, encerrada en su cuarto. En poco tiempo comenzó una vida nueva, completamente diferente, como si quisiera deshacerse definitivamente de algo que le perturbara.
Él nos advirtió que no estaba sana mentalmente. Algunos la protegieron, otros directamente optamos por hacernos a un lado sin darle explicaciones y adviertiéndole al entorno que tuviera cuidado. Yo se lo dije principalmente a Cocó, porque veía que su relación era cada vez más estrecha, que se estaban uniendo cada vez mas en una mutua necesidad de dejar de lado todo aquello y a todo aquel que evidenciara su “anormalidad”.
Es cierto, dicho de tal modo, sonaba más como un comentario despectivo y discriminatorio sobre una persona que estaba atravesando por un momento difícil, que como una realidad.
Es que ¡esas pesadillas con gente descuartizada y niños inmolados!. Ni siquiera podía recordar lo que había pasado unos días antes o los rostros de quienes habitualmente estábamos a su lado.
Le advertí que era peligrosa… solo alcanzó a tomar conciencia del alcance de mi consejo el día en el que en vez del material didáctico de la clase, la profesora le grabó un cd con su confesión…
En ella revelaba, en voz muy baja, como si tuviera miedo de ser escuchada por alguien: Veo gente muerta.
Cuando Cocó le comentó lo sucedido solo dijo que seguramente era una broma de mal gusto de algún vendedor del local de cds vírgenes.
Cocó se sintió conforme con la argumentación y volvió a su casa.
Dos días después la policía la halló el cuerpo sin vida de Cocó en las inmediaciones de la ciudad.
Luego de que la madre presentara el cd como prueba en su contra la profe de canto fue citada a testimoniar.
En su declaración alegó que todos los días desde hacía tres años, catorce adolescentes sin vida frecuentaban su casa para tomar clases de canto, y ya harta de sus vocecillas evanescentes decidió ponerle fin a sus frustrante profesión de hacer feliz a quienes ya no forma parte de este mundo, y comenzar el camino de su propia felicidad.
No profesó culpabilidad y las pruebas fueron insuficientes. Ningún alumno se presentó a declarar y no hubo testigos. La policía no pudo inculparla, su documentación era falsa, nunca se supo su verdadero nombre y apellido y tres días después se quitó la vida con una nota en sus manos que decía:
Lo que mas amo en este mundo es mi profesión, solo decidí hacer este viaje para poder ejercerla en tiempo y lugar adecuados.