sábado, 28 de enero de 2017

Una mirada diferente (sobre la indiferencia)


No sabe cómo llegó allí. Recuerda instantes fugaces, entremezclados, confusos; como si de un sueño se tratara. Pero no es un sueño. Es la realidad, la más cruda realidad.
Ella está ahí también (y lo sabe), sólo que no puede escucharla, ni verla, ni sentirla. Están las dos, sentadas una frente a la otra, fingiendo indiferencia.
Sabe que va a llorar y sin embargo trata de evitarlo. Él está a su lado (no precisamente a su lado; pero de algún modo está).
Ya no se miran. La indiferencia llega a tal punto en que ésta vez no habrá retorno. Se trata de su última indiferencia; quizás la definitiva. Y sin embargo allí está, sosteniendo su mano.
Su caricia tierna, su mente (¿en dónde?), y esa caricia cuya destinataria parece ser ella y sin embargo intuye; que tras el sueño no está su mano. Últimos registros. Instantes que se atrapan como agua. Agua que se guarda, estancada hasta pudrirse en el sueño; estallando su mente en mil pedazos.
Sigue a su lado. Extiende su mano pidiendo ayuda. Busca un espacio de oxígeno para vivir, anhela llegar a destino para poder morir. ¿Quién sabe si es la muerte real?
Se funden en una. Se sueltan de la mano tras ese último respiro, y ya se ha ido; pero aún no. Se funden en una y aún está; quizás sea confuso pero puede verla. De pie, a su lado, pidiéndole ayuda para vivir. Quizás sea el último consejo. ¿Me enseñas a vivir?
¿Cómo explicártelo? Quizás no hemos podido. Lo has transitado. Ya eres adulta, continúa así…