viernes, 22 de septiembre de 2017

Sueños de arena

Y un día él se fue. Pero se fue de una extraña manera…
Por empezar se fue sin que se comprendiera muy bien el por qué. No supo explicarlo (aunque a ciencia cierta quizás no supo tampoco cómo explicárselo a sí mismo y por eso no encontró palabras). Tal vez, para expresar algunos estados, determinados vocablos no basten… o quizás no existan.
Lo cierto -si es que hay algo cierto- es que se fue y paradójicamente algo suyo quedó. No lo más valioso, claro; pero tampoco es plausible saber qué dejó ni por qué decidió no llevarlo (si lo decidió).
Cargó en su equipaje objetos insignificantes, recuerdos imborrables (para Ella), años de convivencia; ciertos proyectos inconclusos (para ambos) y se fue corriendo (solo, falazmente acompañado) tras un sueño del pasado. No sé si se comprende bien. Seré más clara: Determinados sueños ocurren sólo en cierto plano (el de los sueños inalcanzables) y comúnmente, son… inalcanzables.
Ella no fue un sueño. Ella fue su mayor verdad.
Su nuevo amor (trampera) tampoco es inalcanzable. No está hecha de sueños puesto que ella es real y perfectamente alcanzable (y él anhela sueños de años dorados con marcos dorados, letras doradas y un recargado castellano puntillosamente en desuso. Extraña lengua abandonada, sobre todo; por quienes verdadera y silenciosamente aman).
Un antiguo filósofo Griego creía que las ideas habitaban perfectas y acabadas en un mundo paralelo. Muchos siglos pasaron, y aquí sobre autopistas y avances tecnológicos, donde el amor es una imagen frágil tras una red social que aclara aún más que lo que oscurece, él aún cree que el pasado habita el hoy y confunde sueños con realidades.
Mientras tanto, Ella, construye perpendicularmente un mundo de ilusiones que encaja perfectamente en la mayor de las verdades (Tal vez con la esperanza de que algún día sus miradas vuelvan a cruzarse). Y los pinta con crayones, tizas, y risas de niños, bigotes de felinos entre almohadas que supieron ser de dos, extraños acordes de teclado y una añeja melo día que los reúne en un paisaje inmemorial de cierto viaje inconcluso. Desde este mundo Ella lo ama, y a su modo lo espera; porque algo suyo quedó. Él se llevó objetos insignificantes. Ella embaló sentimientos, significados, le confió un mundo entero y lo atesoró tras su portazo silencioso... Y él aún vaga buscando respuestas en vaya a saber qué sueños, sosteniendo cuál vaga ilusión con algún pasajero y desconocido cielo prometedor de un eclipsado sol que nunca llegará mientras habite en la caverna