miércoles, 18 de junio de 2025

La terapeuta del live



En TikTok, donde los bailes virales y los filtros dominan el algoritmo, comenzó a aparecer una figura distinta. Se hacía llamar La forense- Emy . Su estética era sobria: cabello lacio, mirada firme, voz pausada. Alegaba ser perito psicóloga del Poder Judicial, especializada en contención emocional a víctimas de delitos. Su propuesta era disruptiva: sesiones gratuitas en vivo para quien lo necesitara.

—Si estás pasando por un mal momento, podés contar conmigo —decía mirando a cámara—. No importa la hora ni el día. Estoy acá para vos.

La plataforma se llenó de comentarios, primero tímidos, luego cada vez más crudos. Mujeres que hablaban de abusos, traiciones, violencia, pérdidas. Emy las escuchaba con ojos húmedos, asentía, decía frases justas en el momento justo. En poco tiempo, se volvió viral.

Cientos de seguidoras comenzaron a participar de sus lives. Algunas lloraban a cámara. Otras solo escribían: “Te necesito, Emy”, “Sos mi único sostén”. A las más constantes, Emy les ofrecía su número de celular: “Por si alguna vez necesitás hablar en privado”. Y esas conversaciones comenzaron a multiplicarse por fuera del algoritmo, en audios extensos, llamadas a medianoche y selfies de llanto compartido.

Una noche, Emy apareció distinta. Con una sonrisa tímida, dijo que estaba enamorada.

—Se llama Leo. También es creador de contenido. Es un amor de persona.

Las felicitaciones inundaron el live. Las seguidoras estaban emocionadas. A los pocos días, ella compartió algo más profundo: su madre, su hermano y su hija de 7 años habían muerto en un accidente de tránsito en su pueblo natal. Fue la primera vez que la vieron quebrarse en vivo.

—Lo único que me sostiene son ustedes.

Esa misma semana, confesó otra tragedia: le habían diagnosticado un tumor cerebral. Las lágrimas de sus seguidoras fueron tan reales como las suyas. En los comentarios, muchas decían que querían viajar a conocerla, abrazarla, cuidarla.

El tiempo pasó. Leo desapareció del relato. Emy contó, entre sollozos, que la relación había terminado. “No era quien yo creía”, dijo.

Los lives se volvieron cada vez más íntimos, como rituales catárticos. Mujeres de distintas provincias, edades y trasfondos se conectaban para hablar de lo que no se animaban a decirle a nadie más. Emy las escuchaba, lloraba con ellas, les hablaba como una hermana mayor. Les pedía que se cuiden entre sí, que armaran una red.

Una noche de domingo, con la cámara desenfocada, dijo algo extraño:

—Necesito que todas las que me siguen con el corazón, se sumen a un grupo de WhatsApp. Hay algo muy delicado que no puedo decir públicamente.

En menos de una hora, más de cien mujeres se sumaron al grupo. A la madrugada, Emy escribió:

"Necesito que mantengan la calma. No soy solo Emy. Trabajo como agente encubierta para una división especial del Ministerio de Seguridad. Todas ustedes son potenciales víctimas de Leo. Él no es solo un ex. Es un reclutador de mujeres para redes de trata."

Adjuntó capturas de pantalla donde supuestamente Leo amenazaba a quienes lo delataban. También subió imágenes de su Instagram, donde se lo veía contando fajos de billetes. El grupo estalló.

Algunas mujeres abandonaron el chat, otras se descompusieron, lloraban, entraban en pánico. Una escribió: “¿Cómo sabés eso?”, y otra: “¿Y vos quién sos en realidad?”. La paranoia se expandió.

—¿Podés mostrar tu credencial? —preguntó Moni, una de las seguidoras más activas.

Minutos después, Emy envió la foto de un carnet. Decía: Emilce Castro, socia del Poder Judicial, expedida en 2013. El logo parecía oficial, pero algo no cerraba. Era como un flyer hecho con Canva.

Moni insistió. Otra seguidora, que resultó ser periodista, buscó en los registros de noticias: jamás hubo un accidente en el pueblo de Emy con tres víctimas familiares. Una tercera usuaria encontró en Instagram una cuenta privada con fotos recientes de una nena jugando en una pileta. La etiquetada: @sofi_castro. Hija de @emilce_castro. Había una foto de un hombre abrazándolas a las dos. ¿El hermano muerto?

La burbuja estalló.

Una semana después, el país se despertó con la noticia:
“Cayó Emilce Castro, la falsa psicóloga de TikTok: captaba mujeres vulnerables para una red de trata”.

Las imágenes mostraban a Emy esposada, con una campera sobre la cabeza. En el allanamiento se hallaron libretas con nombres, domicilios, historias clínicas y fotos íntimas de algunas mujeres. El fiscal aseguró que las redes sociales fueron su arma más sofisticada.

Nunca fue psicóloga, ni perito, ni tuvo un tumor. Solo una mente sin escrúpulos, capaz de convertir el dolor en trampa.

Y aún hoy, algunas de sus ex seguidoras siguen sin creerlo del todo.

—Ella me salvó la vida —dijo una en una entrevista—. Aunque haya sido una mentira, me sentí escuchada.

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